viernes, 22 de mayo de 2015

MING WANG: UN ATEO CHINO EN HARVARD


Graduado de Harvard y del MIT

La existencia de Dios se demuestra poderosamente en el viaje de un querido amigo mío, uno de los más importantes cirujanos oculares láser, Ming Wang, doctor en medicina y en filosofía. Ming se graduó con honores de Harvard y del MIT, y es uno de los pocos cirujanos de cataratas y de LASIK del mundo que posee un doctorado en física láser. Ha llevado a cabo más de cincuenta y cinco mil procedimientos de cataratas y de LASIK, entre ellas cuatro mil a médicos colegas. El Dr. Wang llevó a cabo la primera
operación con LASIK 3-D, y fue uno de los primeros cirujanos de los Estados Unidos en llevar a cabo cirugía láser de cataratas.
Al haber crecido durante la agitada Revolución Cultural de China, a Ming le negaron la oportunidad de asistir a la escuela. En cambio, tocaba el violín chino, llamado erhu, en un esfuerzo por evitar su deportación a alguna parte pobre del país, donde habría enfrentado una vida de pobreza y de trabajo arduo. Este destino devastador cayó sobre millones de jóvenes chinos durante ese tiempo. Una reunión casual con un profesor estadounidense visitante le ayudó a Ming a ir a los Estados Unidos. Ming llegó a los Estados Unidos en 1982 con cincuenta dólares, un diccionario chino-inglés en su bolsa y un gran sueño americano en su corazón. Ming de verdad apreciaba la libertad y la oportunidad de aprender en este país, y trabajó duro, convirtiéndose en uno de los especialistas láser más reconocidos de la actualidad. “Dios no está muerto. Él está vivo y bien, y más poderoso que nunca, también en la comunidad médica”. El Dr. Wang continuó:
Yo conocí a Jesucristo porque en la ciencia no encontré las respuestas a las preguntas de la vida que yo estaba buscando. De hecho, entre más aprendía de ciencia, más—y no menos—evidencia vi de la creación y el diseño de Dios. Por ejemplo, cuando me estaba convirtiendo en oftalmólogo y aprendiendo acerca de las funciones internas del ojo, del asombroso y lógico acomodo de los fotorreceptores, las células ganglionares y las neuronas, me di cuenta de que no hay forma de que una estructura tan intricada como el ojo humano alguna vez haya evolucionado de una compilación aleatoria de células. La complejidad del ojo
humano es, de hecho, la evidencia más poderosa de la existencia de Dios.
Mientras Ming se encontraba en la facultad de medicina de Harvard y de MIT, un profesor cristiano de pediatría sintió la oportunidad de influir en el entonces ateo Ming, y lo llevó a comer.
—¿Qué hay cruzando la calle?—le preguntó.
—Un coche—respondió Ming.
—¿Cuál es la diferencia entre un coche y un cerebro humano?
Ming respondió confiando: “Un cerebro es mucho más complejo”.
El profesor entonces dio esta importante explicación:
—¿Puedes imaginar que una pila cualquiera de metal chatarra se una para formar un coche?
—¡No!
—Entonces, ¿qué hay del cerebro humano? ¿Pudo unirse solo?
Hasta el día de hoy, Ming se siente profundamente endeudado con el profesor a quien él admiraba científicamente y quien se preocupó lo suficiente por él como para sentir su lucha con la ciencia y lo dirigió al camino de Jesucristo. Ming dice que ahora que ha encontrado al Señor mismo, necesita hacer lo que el profesor hizo años antes para ayudarlo: utilizar su influencia científica y su reputación médica para animar a la siguiente generación de médicos a que investiguen la verdad y encuentren las respuestas en el cristianismo. “Como cristiano y científico, creo que la fe y la ciencia son compatibles y pueden trabajar juntas. De hecho, es mediante unirlas más que de separarlas, y a través de la perseverancia y de creer que Dios creó este mundo, y es sin contradicciones que podemos de verdad encontrar soluciones nuevas, inesperadas y más poderosas a los problemas de nuestra vida”.
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario