sábado, 9 de mayo de 2015

BRANT REDING: UN ATEO QUE TOMÓ SERIAMENTE SUS DUDAS



Brant Reding es una de las mentes más brillantes que he conocido. Él era un joven líder de negocios en Calgary, Canadá, y un seguidor bastante sincero de Cristo cuando nos conocimos a principios de la década de 1990. Resultó muy difícil creer que este tipo había sido ateo.

Le pedí que explicara la historia de su viaje de la incredulidad a la fe. Comenzó hablándome acerca de una conversación que tuvo con una persona de fe en su primer año de universidad, mientras asistía a la Universidad de Calgary, donde fue desafiado a tomar sus dudas seriamente.

Me encontraba presentando mis mejores argumentos contra la creencia en Dios, y sin embargo, este hombre me respondió en la cara. Me dijo: “No puedo responder todas tus objeciones, pero creo que debes hacer una cosa: ¿por qué no te tomas un tiempo para desaprobar la existencia de Dios? Y cualquier cosa que determines, vive tu vida en esa verdad”.

“Eso debe ser fácil—respondí—. Cada universidad y cada académico del mundo estará de acuerdo conmigo: la religión y Dios simplemente son muletas, un opio para las masas, una antigua superstición que intenta explicar la vida”.

Esta fue la conversación que me impulsó a salirme de la universidad un semestre. Me decidí a arreglar ese asunto, para desaprobar la existencia de Dios y vivir con una consciencia clara. La lucha intelectual duró más de un semestre, sin embargo.

Desaprobar la existencia de Dios no fue tan simple y “lógico” como yo asumí al principio.

En la universidad, me había convertido de un simple escéptico a un gran cínico, al describirme como un ateo que simplemente deseaba divertirse y ser un chico lindo. Para el segundo año había alejado de su famosa fe a cierta cantidad de personas buenas.

Fue fácil, nadie tenía pruebas sustanciales de su creencia.

Yo no había sido criado en la religión; nunca había abierto una Biblia ni un Corán. Nunca había asistido a ninguna reunión religiosa hasta ese momento de mi vida. No estaba enfadado ni amargado con la gente religiosa, solo perplejo por su ignorancia y por una fe ciega que parecía arcaica y carente de razón. Cualquier imaginación infantil de Dios que pude haber tenido de niño había sido archivada con el peso de la razón, la ciencia y el individualismo.

Comencé mi búsqueda leyendo e investigando, y comencé a descubrir que había dos perspectivas: los escépticos que yo esperaba, pero también muchos académicos, científicos y filósofos respetados que no tenían problema con integrar la fe en Dios con la búsqueda intelectual pura. Francamente, eso me confundió. ¿Cómo podían sugerir los intelectuales que Dios existe, cuando nuestros cinco sentidos racionales confirmaban lo contrario? No podemos ver a Dios ni escuchar a Dios; no podemos tocar ni probar u oler a Dios. A mí me parecía evidente. Él, por lo tanto, no podía existir.

En un momento de mi investigación, un sabio académico amablemente dejó caer en mi mano un lápiz desde un pie de altura (30 cm).

—¿Qué hizo que el lápiz cayera?—preguntó.

—La gravedad—respondí.

—¿Cómo es la gravedad? ¿Puedes verla?—continuó—. ¿Cómo se siente su textura? ¿Puedes sentirla? ¿A qué huele la gravedad, qué sonido hace, a qué sabe? Esta fuerza que sostiene todo el universo unido es invisible, indetectable para nuestros cinco sentidos, y sin embargo usted vive sujeto a esta realidad, aunque no pueda comprobarla con sus cinco sentidos humanos.

Honestamente tuve que admitir que la posibilidad de una fuerza creativa en el universo era factible y razonable. Lógicamente, eso significaba que podría haber una razón para el universo, un propósito para la vida y la consciencia; y si eso era posible, entonces incluso podía haber una razón y un propósito para mí. Ese pensamiento sinceramente era perturbador. Veintitrés años de mi vida había vivido en mi “matrix”; la vida era simplemente el producto de procesos genéticos evolutivos—lodo con suerte—y nosotros hacemos de la vida lo que es. No existe un propósito y una razón importantes; solo vive y deja vivir.

Me quedó claro que no hay una evidencia concluyente para refutar a Dios científicamente; en cambio, la evidencia circunstancial se estaba acumulando en la otra dirección. Mire a las otras religiones del mundo. Estas afirmaban que Dios era real, ¿por qué no analizarlas? Me pareció obvio: todos los sistemas de creencia centrados en Dios en realidad comprobarían mi comprensión, todos eran sistemas de creencia urdidos y hechos por el hombre, arraigados en la superstición.

Decidí enfocarme en las personas clave, no en la mezcla de religiones confusas. Los personajes obvios incluían a Mahoma, Joseph Smith, Sidarta Gautama y Jesús, entre otros. Pronto resultó evidente que la persona, la vida y las enseñanzas de Jesús se colocaron a la cabeza de las demás. La mayoría de grupos apuntaban directa o indirectamente a Él.

Investigué más a profundidad. Mi punto de inflexión llegó luego de leer Mero cristianismo, de C. S. Lewis, y Evidencia que exige un veredicto, de Josh McDowell. Me era imposible ignorar el peso de la evidencia y las personas sinceras cuya vida de fe ahora me había acostumbrado a observar. En un frío día de invierno, estando a menos treinta grados, sentado en mi coche, di un paso y le pregunté a Dios en voz alta: “Si eres real, si todo esto es real, hazte real para mí”. Lo invisible se hizo tangible de inmediato.

Todo cambió por dentro. Las palabras de Blaise Pascal, el famoso matemático, se hicieron verdad para mí: Dentro de todo hombre hay un vacío con forma de Dios que nada más que el Creador puede llenar. Yo fui un escéptico que se volvió creyente. Aquello que me había propuesto refutar, en realidad lo había comprobado. Me tomó algunos años, pero ahora no cambiaría esos años de búsqueda por nada.

1 comentario:

  1. 2 Acotaciones importantes:

    -La gravedad es una propiedad de la materia. Toda masa tiene una cierta fuerza gravitatoria.

    -El cientista es individuo y disciplinado, dos cosas apartes. Cuando es "cientista" investiga mediante sus métodos. Cuando es individuo, puede o no creer en lo que sea, pero al ser cientista no puede mesclar SUS PROPIAS ideas frente a los resultados de su investigación porque puede comprometer de manera erronea los resultados mismos. ( aunque no me guste la gravedad, es un hecho, no importe que no me guste y un cientista no puede poner en su informe lo que a él le gustaría que apareciera ahi, porque puede falsear los resultados reales de su informe ).

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