Candidato a doctorado en
medicina y en filosofía en la universidad de Nueva York.
Joe es una de las personas
que simplemente desea hacer una diferencia en la vida. Más específicamente,
desea ayudar a los demás. Él disipa el mito de que los ateos son personas
enfadadas, a quienes no les importa nada más que ellos mismos. Luego de
graduarse de Cal Berkley, fue aceptado por la universidad de Nueva York para un
programa que le permitía obtener su doctorado en filosofía y en medicina al
mismo tiempo. Aunque era ateo, su filosofía de la creación era simple: “algo
sucedió”. Él describe sus creencias arraigadas en la teoría del caos, la idea
de que los acontecimientos de la vida están interconectados, aunque el vínculo
causa y efecto entre ellas a menudo se opaque o se desconozca.
Fue en un salón de clases de
la universidad donde comenzó a cuestionar su ateísmo. “Un día sentado en
clases, una profunda sensación de la realidad de Dios me barrió. Fue como si
Dios estuviera diciéndome a mi mente: ‘Soy real’”. Pasaron meses antes de que
le contara a alguien su experiencia.
Luego de una serie de
conversaciones acerca de Dios y de asuntos espirituales, lo invitaron a una iglesia
de Manhattan, la Morningstar New York. Ahí conoció a Bruce Ho, un pastor que se
había trasladado de Honolulu después de la tragedia del 11 de septiembre. “Bruce
se reunió conmigo cada semana durante dos meses. Me escuchaba y me daba
respuestas directas. Lo que en realidad impactó mi corazón fue que cada vez que
terminábamos una sesión juntos, me decía: ‘Joe, estoy verdaderamente emocionado
por las cosas que Dios está haciendo en tu vida’. Aunque yo todavía no era
cristiano, sabía que había más sobre nuestra existencia que lo que ‘sucedió’.
En realidad hay alguien”.
Joe había leído “El
espejismo de Dios” de Richard Dawkins, y otros libros que hablaban acerca de
que la biblia es meramente un libro de mitos. Él mismo comenzó a leer los
evangelios y lo encontró completamente distintos a cómo los pintaban los
escépticos. “Un día comencé a orar y a sentir esa misma presencia que sentí en
el salón de clases meses antes. Esta vez,
supe que era Jesús. De manera que hablé con Él y le dije: ‘Hola, me
llamo Joe’.
Tomado del libro "Dios no está muerto" de Rice Brocks.