DRA. JO GOODSON: UNA
NIÑEZ DE ATEÍSMO
Graduada del Imperial
College de Londres
Para mí ha sido un
privilegio compartir en las universidades de Londres, Inglaterra desde 1981. Ha
sido desafiante, por decir lo menos, pero los testimonios del poder transformador
del evangelio han sido asombrosos. Ninguna de esas historias es más alentadora
que la de Joanna Goodson; aquí la tiene en sus propias palabras:
Yo crecí en un hogar
ateo. Éramos bastante francos, simplemente no nos preocupaba asistir a la
iglesia. No hablábamos con Dios, ¿para qué? Comprendíamos que otras personas
creían en Dios y sentíamos que estaba bien si les ayudaba a salir adelante en
la vida. Afortunadamente, teníamos una buena educación y éramos económicamente
estables, y posiblemente creíamos ser un poco más inteligentes que los demás,
de manera que no necesitábamos inventar a ningún “Dios fantástico” que nos
ayudara a salir adelante en la vida. Éramos personas felices y buenas, y
creíamos que eso era suficiente.
Al mirar en
retrospectiva, puedo ver los momentos de mi niñez en que mis hermanos y yo en
realidad teníamos curiosidad por Dios. Recuerdo haber encontrado una Biblia de
los Gedeones en la habitación de un hotel y decidir leerla de principio a fin
en una noche. En ese tiempo yo tenía unos doce años. Me quedé dormida a la
mitad de Deuteronomio y nunca más pensé nada al respecto. ¿Esta era curiosidad
intelectual o era Dios que intentaba comunicarse conmigo? A esta altura, no
estoy segura.
Recuerdo que mi
hermano llegó a casa de la escuela a los ocho años y dijo que creía que cada
palabra de la Biblia era verdad.
Mis padres no
tuvieron que apartarlo para explicarle cuán tonto era; mi hermana y yo hicimos
un buen trabajo en la cena al lograr sacarle la idea a través del ridículo y el
insulto, llamándolo “ingenuo”. Ahora él se considera budista, así que supongo
que no logramos hacerlo escéptico en cuanto a las cosas espirituales.
El cambio sucedió en
mí cuando fui a la universidad a los dieciocho, cuando era una estudiante
arrogante que había ya dilucidado como funcionaba todo, en la vida y en la
religión. Conocí a un dinámico cristiano con rastas y una personalidad positiva.
Todos lo querían y deseaban estar con él. Era abierto acerca de su fe y no
bebía, aunque sí asistía a los clubes y bailaba por diversión. Lo que es más,
no se quedaba dormido por ahí. Eso no me parecía lógico. Él tenía una buena
educación, era popular y no necesitaba una muleta. Era una anomalía en mi
comprensión de la vida.
Nosotros discutíamos
mucho acerca de religión. Yo pensaba que podía convencerlo de que estaba siendo
tonto y obviamente asiéndose de alguien sobre quien le habían enseñado en la
infancia pero que nunca había examinado críticamente. Él era un adulto que
continuaba creyendo en Santa Claus, y yo le mostraría la verdad, porque a su
edad resultaba cruel no saber. A medida que progresaban nuestras discusiones,
me asombró descubrir que yo era quien nunca había examinado las cosas de
verdad. Yo era quien nunca había
desafiado lo que me habían dicho en términos de la perspectiva atea. Eso no me
hizo cristiana automáticamente; solo abrió mis ojos a la posibilidad de que
Dios fuera real.
Fue entonces cuando
Natty, mi dinámico amigo cristiano, me llevó a la iglesia y las cosas
encajaron. No me convencieron de ningún argumento sofisticado; me desafiaron a
considerar en la posibilidad de que Cristo habría muerto por mí. Finalmente
Dios se encontró conmigo donde yo estaba, escondida en la parte trasera de un
servicio de una iglesia en Londres, preguntando: ¿De verdad hay alguien arriba?
Cuando finalmente llegué a un lugar de fe, supe que Dios de verdad había hecho
mucho más por mí que yo simplemente había ignorado. Una profunda sensación de
gratitud ha estado en mi corazón desde ese día.
Mi vida cambió
instantáneamente y tomaría mucho espacio explicar cómo. No se trató de dejar
las drogas ni el sexo, y finalmente convertirme en una buena persona. Se trató
de vivir para Dios, esperando sinceramente cambiar, así como de ver al mundo
cambiar para Él y para su honra. Diez años después, estoy casada y tengo un
hijo y una hija en camino. Soy doctora y matemática. Mi tesis de la universidad
se trató acerca de comprobar la existencia de Dios a través de la lógica
matemática. En realidad lo que comprobé fue que no se puede comprobar lo contrario.
Eso es suficientemente bueno para mí, lleva a la gente a dar un paso de fe, de
una manera o de otra. No me había dado cuenta de que había dado un paso en la
dirección equivocada hasta que alguien me desafió al respecto.
Me siento contenta y
con paz, y puedo confiar en los demás, porque Dios puso confianza en mí. Puedo
perdonar a los demás porque Dios me ha perdonado. Soy fuerte porque Dios me da
fuerza. Puedo lidiar con los tiempos malos, porque tengo algo en lo cual
colocar mi confianza. Sonrío, porque sé que no importa cómo luzca mi mundo,
Dios está obrando todas las cosas para mi bien. Mi familia todavía tiene que
creer en Dios, pero asombrosamente desean hacerlo. Ellos me dicen que desean la
fe que yo tengo. Mi madre ha
expresado a menudo un deseo de que mi hermano y mi hermana encuentren una linda
iglesia a donde asistir.
Ella piensa que la
felicidad, la simpatía y la capacidad de lidiar con los desafíos de la vida
vienen de una iglesia. Yo sé que en realidad vienen de Jesús. Cuando ella lo
vea, también creerá.
Tomado del libro "Dios no está muerto" de Rice Brocks.
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